La presente reflexión busca esclarecer algunas dificultades argumentativas sobre el desarrollo de la idea de Robert Nozick[1], según la cual la mayoría de los intelectuales son anti-capitalistas por efecto de un proceso de educación en contravía del mecanismo de mercado, en el que se utilizan incentivos que en este último no aplican y se arraigan en los mejores estudiantes. De esta manera, la pregunta central del autor es: “¿Por qué entonces los intelectuales se sienten con derecho a las más altas recompensas que su sociedad puede ofrecer, y molestos cuando no las reciben?”.
En primer lugar, debe aclararse la categoría fundamental: los intelectuales de Nozick son aquellos que “tratan con las ideas, según se expresen en palabras, moldeando el flujo de palabras que otros reciben”; que se contraponen a los intelectuales del arte y las ciencias exactas, pues ellos no se oponen desproporcionadamente al capitalismo. Para efectos de la hipótesis de Nozick, los intelectuales de las palabras son más reconocidos según sus profesores, adquiriendo más beneficios del sistema educativo que premia según el mérito – por contraposición a los premios del mercado, según la satisfacción de la demanda.
¿Cómo prueba Nozick que los “forjadores de números” o los artistas tienen menor reconocimiento de los profesores y del sistema educativo en general? Aparece una presunción de Nozick formulada así: “estos niños brillantes con las cuentas, aunque consiguen buenas calificaciones en los exámenes correspondientes, no reciben de los profesores la misma atención y aprobación que los niños brillantes con la palabra”. El problema con tal suposición es que es a la vez resultado y sustento de la hipótesis. Resultado ya que nos ha dicho que los más premiados son los forjadores de palabras y dicho enunciado sólo es tautológico; sustento porque si ello no fuera así, los intelectuales forjadores de palabras con tendencia anti-capitalista no podrían derivarse de los incentivos educativos. Aparece así una falacia argumentativa en el análisis.
Un segundo elemento de estudio es el problema del capitalismo y el mercado. Nozick nos dice que los intelectuales están en contra del capitalismo y nos dice que ello es así porque se critica el mercado: los intelectuales no soportan la asignación de premios del mercado y como él es el fundamento del capitalismo, no soportan al capitalismo. Sin embargo, ¿será que el capitalismo no es más que un sistema de mercado? Curiosamente los que él denomina anti-capitalistas consideran que el capitalismo tiene un rasgo distintivo y particular, independiente formalmente del espacio en que se realizan las transacciones – aunque existe interacción entre tales características capitalistas y el mercado: el capitalismo es una sociedad antagónica (Tugán-Baranovsky) y asimétrica (expresado inicialmente por la teoría clásica), y por ende, es una sociedad con fuertes desigualdades que hay que revisar en su legitimidad; no es sólo un sistema basado en el intercambio personal con premios y castigos según la demanda, sino un sistema cuyos intercambios están marcados por relaciones de poder. Por lo tanto, el capitalismo es criticado no sólo mediante la crítica al mercado, sino, especialmente, por criticar su especificidad respecto a éste.
Se me dirá, entonces, que dicha crítica anti-capitalista no contradeciría la tesis de Nozick; no obstante, lo que se quiere decir es que las críticas al capitalismo no proceden sólo de la forma en que se dan los premios y por ende, no necesariamente provienen de las tendencias evaluativas del sistema educativo, es decir, no necesariamente existe el sesgo que Nozick dice que existe en estas instituciones.
Un argumento aparentemente fuerte del autor consiste en mostrar que si las críticas al capitalismo no estuvieran sesgadas, ellos no cambiarían de objeto de ataque inmediatamente aparece una repuesta (de los pro-capitalistas) al ataque anterior[2]. Pero a este argumento le sale al paso, casi inmediatamente, un contraargumento relativo a la naturaleza misma de las ciencias sociales y el hombre: aunque existan argumentaciones que muestran los errores lógicos de ciertas argumentaciones anti-capitalistas, ello no quiere decir que el capitalismo sea un buen sistema[3], ni que quienes cometieron los errores no puedan corregirlos, fortalecerlos y ampliarlos. Además, en estas ciencias no se crea un único edificio analítico, sino que aparecen varias estructuras de pensamiento que se disputan el terreno y por lo tanto, normalmente las críticas de unos a otros, o a una cierta realidad, no desaparecen, cuyo caso particularmente útil aquí es la persistencia – no necesariamente terca – de argumentos similares que evolucionan contra el capitalismo.
Consideremos ahora esta afirmación: “Dado el alto grado de libertad que un sistema capitalista concede a los intelectuales y dado el cómodo estatus de que gozan los intelectuales dentro del sistema, ¿de qué culpan al sistema? ¿Qué esperan de él?” (Nozick, 1986). Si aceptáramos tal afirmación, nos veríamos impelidos a aceptar que las críticas al capitalismo son insustanciales y sólo provienen de quienes las realizan; es decir, formula así Nozick una crítica, no a los argumentos mismos, sino a las personas que los realizan, cayendo en una nueva falacia. Este error, como podrá corroborar el lector atento, se repite sucesivamente en el documento citado.
Por último y a modo de conclusión veamos el fondo mismo del proceso de presentación de ideas de Nozick. Primero, crea una categoría abstracta de intelectuales y sobre quienes realiza una homogenización, todo lo cual no necesariamente es real, pero puede servir de soporte a la argumentación. Segundo, le atribuye características de pensamiento y comportamiento a tal clase de hombres. Tercero, le asigna motivos para el anti-capitalismo tales como el problema de la retribución según demanda y no según méritos, lo que llevaría a estos intelectuales a tener un sesgo. Cuarto, juzga todos los anti-capitalismo según la posición que él mismo les ha dado. Claramente aparece una falacia de mayor gravedad que las anteriores: no se puede criticar un anti-capitalismo diseñado para ser débil, ni a un grupo de gente – que no creo que exista por la misma diversidad de lo que se llamaría intelectuales – por motivaciones que son dadas por quien critica y que sí pueden tener sesgos importantes. Se critica a los intelectuales por sesgados contra el capitalismo, pero al mismo tiempo se cae en el sesgo.
[1] El trabajo citado tiene como título “¿Por qué se oponen los intelectuales al capitalismo?” y fue publicado en 1986. Se puede consultar en http://www.liberalismo.org/articulo/145/26/oponen/intelectuales/capitalismo/
[2] Nozick lo expresa así: “Porque cuando se refuta una u otra de las quejas concretas acerca del capitalismo ... el que se queja no cambia entonces de opinión”
[3] Lo que difícilmente será demostrado, sólo puede ser argumentado bajo el supuesto de falibilidad humana propuesto por John Stuart Mill. En ciencias sociales no se demuestra, se muestran posiciones argumentadas.